
En
un lugar muy lejano, muy lejano vivía una hermosa muchacha que se
llamaba Blancanieves. Su cara era muy dulce, su mirada angelical y su
sonrisa iluminaba la oscuridad.
Blancanieves,
vivía en un castillo con su madrastra, una mujer muy mala y vanidosa,
que lo único que quería era ser la mujer más hermosa del reino. Todos
los días preguntaba a su espejo mágico quién era la más bella del
reino, y el espejo le contestaba:
- Tú eres la más hermosa de todas las mujeres del mundo, reina mía.
El
tiempo fue pasando hasta que un día el espejo mágico contestó que la
más bella del reino era Blancanieves. La reina, llena de furia y de
rabia, ordenó a un cazador que llevase a Blancanieves al bosque y que la
matara. Y cómo prueba traería su corazón en un cofre de plata.
El
cazador llevó a Blancanieves al bosque pero cuando allí llegaron,
el cazador sintió lástima de la joven y le aconsejó que se marchara muy
lejos del castillo, llevando en el cofre el corazón de un jabalí. La
muchacha así lo hizó y se adentró en las profundidades del bosque para
alejarse.
Blancanieves, al verse
sola, sintió mucho miedo porque tuvo que pasar la noche andando por la
oscuridad del bosque. Al amanecer, descubrió una preciosa casita en
medio del bosque. Entró sin pensarlo dos veces. Los muebles y objetos de
la casita eran muy pequeños. Había siete platitos en la mesa, siete
vasitos, y siete camitas en una habitación, dónde Blancanieves, después
de juntarlas, se acostó quedando profundamente dormida durante todo el
día.
Al atardecer, llegaron los
dueños de la casa. Eran siete enanitos que trabajaban en unas minas
cercanas. Se quedaron admirados al descubrir a Blancanieves y su
radiante belleza. Ella, al despertar, les contó toda su triste historia y
los enanitos la abrazaron y suplicaron a la muchacha que se quedase con
ellos. Blancanieves aceptó y se quedó a vivir con ellos.
Eran felices. Muy felices. Cantaban, reían, bailaban y lo pasaban en grande.
Mientras
tanto, en el castillo, la reina se puso otra vez muy furiosa al
descubrir, a través de su espejo mágico, que Blancanieves todavía vivía y
que aún era la más bella del reino. No podía soportar no ser la más
bella del mundo, y sufría por ello.
Furiosa
y vengativa, la cruel madrastra se disfrazó de una inocente viejecita y
partió hacia la casita del bosque. Allí, cuando Blancanieves estaba
sola, la malvada se acercó y haciéndose pasar por buena ofreció a la
niña una manzana envenenada. Cuando Blancanieves dio el primer bocado,
cayó
desmayada, para felicidad de la reina mala.
desmayada, para felicidad de la reina mala.
Por
la tarde, cuando los enanitos volvieron del trabajo, encontraron a
Blancanieves tendida en el suelo, pálida y quieta; creyeron que estaba
muerta. Tristes, los enanitos construyeron una preciosa urna de cristal
para que todos los animalitos del bosque pudiesen despedirse de
Blancanieves.
Unos días después,
apareció por allí un príncipe a lomos de un caballo. Y nada más
contemplar a Blancanieves, quedó prendado de ella y de su belleza.
Estuvo un rato admirándole y al despedirse la dió un beso en la mejilla,
Blancanieves, como por arte de magia, volvió a la vida, pues el beso de
amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada
reina.
Blancanieves se casó con
el príncipe y expulsaron a la cruel reina del palacio, y desde entonces
todos pudieron vivir felices y sin temor a las maldades de la vieja
mala.
FIN
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